2016 · 01 · 19 • Fuente: Rosa Meneses, El Mundo - España (Fotos: Carlos García Pozo)
De Siria a Chatila: el doble exilio de los palestinos
La guerra siria expulsa a los hijos y nietos de los refugiados de 1948 al Líbano, donde sobreviven en duras condiciones
Niñas palestinas juegan en una calle del campo de refugiados de Chatila (Beirut). C. G. P.
Sus padres fueron refugiados y ahora ellos lo son por partida doble. Siempre en un país extranjero y siempre donde no son bienvenidos. Son palestinos. Sus padres se refugiaron en Siria durante la guerra de 1948. Nunca pudieron volver a su tierra. Ahora, otra guerra ha vuelto a expulsar a dos generaciones de palestinos, los hijos y nietos de aquellos desposeídos. Desde que el conflicto estalló en 2011, más de 150.000 refugiados palestinos que vivían en Siria se han visto obligados a instalarse en el Líbano. En este pequeño país ya había otros como ellos: más de 400.000 refugiados palestinos viven en el Líbano en 12 campos desde 1948. Sus condiciones de vida son muy difíciles. Pero para los recién llegados, son aún mucho peor.
La vida de Fathi Shambur, su esposa Rima Hsein Ali y sus hijos transcurre de campo en campo, huyendo de la violencia. Arribaron al Líbano hace tres años y se instalaron en Chatila, un campo de refugiados palestino situado en el oeste de Beirut. Antes de llegar aquí, vivieron otro periplo. Dejaron el campo de refugiados de Yaubar, en Siria, al principio de la guerra para refugiarse en otro, el de Khanshe (cerca de Damasco). "Teníamos los combates a 100 metros de nuestra casa. La situación era insostenible y nos fuimos a Khanshe, otro campo de refugiados cerca de Damasco, donde permanecimos nueve meses. Cuando llegaron allí los combates entre el ejército sirio y el Frente al Nusra, decidimos marcharnos de allí y cruzar hasta Líbano", cuenta el padre de familia. "Sólo pudimos llevarnos lo puesto y unos pocos ahorros. Nuestra casa fue totalmente destruida", recalca la mujer, sentada junto a su marido y tres de sus cuatro hijos.
Rima Hsein, su hija Olaa y otros dos de sus hijos, en su casa de Chatila. C. G. P.
"Al llegar al Líbano no encontramos a nadie que nos recibiera ni que nos ayudara. Nos vimos obligados a vivir en Chatila. Aquí solo sobrevivimos de la poca ayuda humanitaria que recibimos", lamenta Shambur. La pequeña ayuda de 100 dólares al mes que recibían de la UNRWA (la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos) para pagar el alquiler, les ha sido cortada recientemente por falta de fondos. Ahora, solo les quedan los 100 dólares que les da la Asociación Najdeh, con la que colabora Oxfam Intermón. Pero no les llega para pagar el alquiler, de 350 dólares al mes más electricidad y agua.
"No tenemos dinero para pagar la renta. No tenemos lavadora ni frigorífico. Yo no puedo trabajar porque en el Líbano los palestinos tienen prohibidos muchos trabajos y nosotros, palestinos que venimos de Siria lo tenemos mucho peor", afirma Shambur, de 55 años, que en Siria era pintor de brocha gorda.
"No tenemos nada y nos están forzando a marcharnos aunque sea de forma ilegal. Si tuviéramos el dinero para pagar a las mafias, nos iríamos a Europa", dice el hombre, sentado en una colchoneta en el humilde salón de la casa en la que vive desde hace unos meses. Ya hay gente de su familia que ha conseguido llegar a Alemania, cruzando Siria y Turquía. Son primos de su esposa. "Llevan un año allí y al menos tienen papeles de residencia y pueden trabajar", explica Rima.
Niños, en la escuela de la Asociación Najdeh, que trabaja en Chatila. C. G. P.
Soñando con Europa
Aquí, en el Líbano, ni siquiera tienen dinero para renovar la residencia: cuesta 200 dólares obtener esos papeles que están fuera de su alcance. Y eso ha tenido duras consecuencias para Olaa, la hija de 15 años, que ya no puede continuar sus estudios al no tener los papeles en regla. "Me gustaría trabajar, pero tampoco hay trabajo...", se lamenta la adolescente.
"Sabemos que es difícil llegar a Europa pero una vez allí, estaríamos bien", comenta Fathi. "Pero déjeme preguntarles a los europeos por qué en vez de forzarnos a ir ilegalmente a Europa no nos mandan barcos para recogernos y viajar de un modo legal. Hablan mucho de los derechos humanos en Europa pero al menos podrían enviarnos ayuda. No quiero dinero. Sólo quiero que me dejen salir de aquí y vivir con dignidad", señala.
"Si pensamos ir a Europa es por los niños, para que tengan una educación y un futuro. Soñamos con eso", añade su esposa. "Sólo queremos ir donde se nos respete como seres humanos", concluye el esposo.
Un rincón del campo de Chatila, donde aún se ven fotos de Yasir Arafat. C. G. P.
Sin ayuda ni trabajo
El futuro de sus hijos también preocupa a Sanaa Iskandarani. Vino a Chatila desde otro campo de refugiados, el de Yarmuk, cerca de Damasco. Lo que era uno de los barrios más populosos de la capital siria, hoy está totalmente destruido por la guerra. Allí sobreviven unos 3.000 civiles, bajo asedio de los distintos grupos armados y sin acceso a la ayuda humanitaria, el agua o la electricidad. Lejos de la trampa mortal en la que se convirtió el antiguo hogar de Iskandarani, Chatila no ofrece mejore expectativas. "Vivo aquí desde hace más de cuatro años con mi esposo y mis cuatro hijos, además de mi hermana y su hijo. La vida aquí es muy difícil. Nadie nos ayuda y no podemos trabajar", señala.
"La única solución para nosotros es salir de aquí, irnos a cualquier país europeo. Tengo una hija que emigró ilegalmente a Francia y no la veo desde hace tres años. Espero poder un día reunirme con ella", dice. "Aunque sea peligroso, es inaceptable quedarse aquí. Aquí no tenemos ninguna dignidad, es una humillación continua. Prefiero morir en el mar que morir humillada aquí. Antes incluso me iría a Siria. Dejen a los palestinos salir de aquí, ir a Europa. Yo acepto quedarme, pero dejen al menos que se vayan mis hijos", continúa la mujer mientras mira a su débil hijo pequeño.
"Nosotros los palestinos, somos el único pueblo en el mundo que ha vivido muchas tragedias en sus vidas", sentencia Shambur. "Mis padres huyeron de Haifa en 1948, cuando la creación de Israel les expulsó de sus hogares". Él nació y se casó en Siria, donde nacieron sus hijos, tercera generación de refugiados. Hoy viven una nueva desposesión. Sin un lugar en el mundo, los palestinos son los olvidados del conflicto sirio.
Un enclavve en Beirut, territorio de milicias
Seguridad.
Las barricadas de las fuerzas de seguridad y de las milicias libanesas, que marcan su territorio con banderas y carteles, controlan la entrada al campo palestino de Chatila, en Beirut. Dentro, en cada barrio, mandan las milicias palestinas.
Superpoblación.
El enclave fue construido en 1949 originalmente para 3.000 refugiados palestinos. Hoy viven allí más de 20.000 personas, la mitad de ellas palestinos venidos de Siria a causa de la guerra. El 56% no tiene trabajo.
Masacre.
Chatila fue escenario de una de las peores masacres de la guerra civil libanesa. En 1982, la milicia cristiana Falange Libanesa asesinó a unas 3.000 personas, la mayoría civiles, en venganza por una matanza perpetrada por la OLP en Damur.
Fuente: Rosa Meneses, El Mundo - España (Fotos: Carlos García Pozo)