2014 · 03 · 11 • Javier Biosca Azcoiti, Gonzoo
Los abusos de soldados israelÃes a civiles palestinos
Antiguos soldados del ejército israelà dan su testimonio de lo que vieron e hicieron en los territorios palestinos ocupados. Lo hacen a través de Breaking The Silence (una ONG formada por veteranos israelÃes), que tras recopilar todas estas declaraciones, ha creado una especie de enciclopedia o base de datos de abusos, palizas, humillaciones e impunidad
«Al principio te sientes mal por apuntar a un niño de cinco años con tus armas, pero llega un punto en el que te cabreas cuando te tiran piedras», comenta un sargento israelí. / PSP Photo/Flickr
«Mi comandante me pidió que le hiciese una foto junto a los cinco detenidos. Tenían las manos atadas a la espalda, los ojos vendados y dos de ellos se habían meado en los pantalones. Después de posar con su pistola, ya en comisaría, se acercó la policía de frontera. Nos dijeron que los iban a coger durante unos minutos y entre 10 y 12 agentes comenzaron a darles una enorme paliza. Patadas, puñetazos… Uno de ellos se quitó el casco y le pegó con él en la cabeza a uno de los palestinos. Otro le empujó contra el muro, le separó las piernas y le dio un rodillazo en las pelotas. El palestino se cayó al suelo y él le gritaba que se levantase. Cuando lo hizo, se separó un poco y le volvió a dar».
Es el testimonio de Amit Lavi, antiguo soldado israelí del Batallón 605 del Cuerpo de Ingenieros. Como él, decenas de soldados han enseñado al mundo la brutalidad de las operaciones del ejército israelí en los territorios ocupados a través de la ONG Breaking The Silence. Una enorme base de datos sobre abusos, palizas, impunidad, provocaciones y humillaciones hecho por soldados veteranos.
Soldados israelíes usan a un civil palestino como escudo humano para protegerse contra los 'tiradores de piedras', según Palestine Solidarity Project
«Palestina no existe como estado soberano y, por tanto, Israel recauda sus impuestos, impone las tasas, extiende los pasaportes, decide dónde se hace una carretera. Absolutamente todos los territorios palestinos están controlados, ocupados y supervisados por fuerzas armadas israelíes», cuenta Sonia Andolz, profesora universitaria de Relaciones Internacionales que vivió durante dos años como cooperante en la zona.
«Ahora esta casa es nuestra»
Micha Kurz, antiguo soldado del Batallón 50 de la Brigada Nahal, reconoce que «ocupar casas era una rutina». «Lo hacíamos a todas horas, incluso solo para hacerles saber que estábamos ahí». Este soldado cuenta que la estancia podía durar desde una noche a varios meses y que los hogares que ocupaban eran elegidos de forma aleatoria. «Les decíamos que éramos el ejército y que la casa ahora era nuestra».
Oded Na'aman, de Artillería, también participó en la ocupación de hogares. «Entramos en una casa de tres plantas en lo alto de una colina, encerramos a la familia en la segunda y nosotros vivimos en la tercera. Les tienes que mantener cerrados bajo llave porque es peligroso para ti, así que cuando tienen que salir para atender su ganado te tienen que llamar y tú vigilarles con tus armas. Imagínate a 30 soldados usando su sofá, su baño, su cocina, su televisor, abriendo su nevera, dejando cigarrillos por ahí, apoyando los pies en la mesa…», reconoce Na'aman.
Todavía más dura es la destrucción de hogares palestinos. Efrati llevó muchas a cabo. Según cuenta, el tractor de demolición ya casi está en marcha cuando los soldados entran y avisan a la familia de que tiene 15 minutos para dejar su hogar. «En un caso recuerdo que la mujer nos insistió en que nos equivocábamos de casa». Cuando Efrati llamó a su superior, este le dijo: «¿Eres un soldado o un novato? Sé un hombre, este es tu trabajo». Así que echaron la casa abajo.
A la vuelta, en el campamento, su comandante le paró y le dijo riéndose: «¡No te lo vas a creer! Estabas en lo cierto, tío, era la casa equivocada. Lo siento pero tenéis que volver a la correcta y terminar el trabajo». Así que Efrati tuvo que pasar de nuevo por allí. Vio a los padres y a los niños, que seguían sentados llorando sobre las ruinas de sus casas.
600 judíos entre 160.000 palestinos
La construcción de asentamientos es una estrategia más de Israel. Son construcciones de pueblos vallados, electrificados, con carreteras propias y con seguridad privada 24 horas al día en medio de ciudades palestinas.
«Los más chalados viven ahí por ideología, van armados y son muy radicales, pero hay un número importantísimo de 'nuevos colonos' que son ciudadanos de origen estadounidense, ruso... a los que Israel les ofrece casa, colegio, protección y otros servicios gratuitos si viven en los asentamientos», asegura Sonia Andolz. El soldado Micha Kurz cuenta que su trabajo en Hebron era proteger a 600 colonos judíos viviendo en medio de una ciudad de 160.000 palestinos pero confiesa que «más que proteger a los judíos de los palestinos, era al revés».
«He vivido muchos episodios de colonos contra palestinos en Hebron. Patrullando el mercado en territorio árabe, se colocan niños judíos colonos de entre 10 y 15 años detrás de la patrulla (para sentirse protegidos). Escupen a los palestinos que están en sus puestos, patean las patas de los puestos para volcarlos… Empieza con eso y acaba en cosas como colonos quemando los comercios del mercado», rememora Ilan Fatchi, del Batallón 50.
La guerra contra los niños
Un primer sargento de los Cuerpos Blindados en Nablus recuerda que su misión era entrar en los pueblos a diario, por lo menos dos o tres veces al día para «enseñarles que estábamos ahí y que esa área era nuestra y no de ellos». «Al principio te sientes mal por apuntar a un niño de cinco años con tus armas, pero llega un punto en el que te cabreas cuando te tiran piedras», comenta el sargento. «Una vez, mi conductor salió del vehículo y, sin pestañear, agarró a un niño y le metió una buena paliza, hasta hacerle polvo», añade.
Otro primer sargento de la Brigada Paracaidista menciona un momento «emocionante» al entrar en un pueblo palestino y tratar con los niños. «Recuerdo que una vez les pusimos música por el megáfono a través del teléfono móvil. De repente pararon de lanzarnos piedras y se pusieron a bailar. Cuando la canción terminó, siguieron tirando piedras. Entonces te das cuenta contra quién estás luchando. Son solo niños».
Nota: puedes escuchar aquí todos los testimonios.
Javier Biosca Azcoiti, Gonzoo